Estamos en 1821; hace ya 250 años que las Filipinas se hallan bajo dominio español. Pero son tiempos difíciles; a causa de la guerra de independencia en Nueva España, hace seis años que la gran ruta comercial entre Manila y Acapulco, el famoso «galeón de Manila», ha quedado interrumpida.
Mientras, los mercaderes locales, burlando a las autoridades coloniales, se afanan a establecer precarias rutas marítimas con los archipiélagos vecinos y con el continente. Frágiles chalanas de bambú, repletas de nuez moscada, seda, jade y ginseng se escabullen hacia Manila. Pero el éxito
no está asegurado: vías de agua, capitanes ineptos e incluso piratas pueden hacer fracasar los mejores planes. Es por ello que, en el mercado negro, los precios se disparan, lo que hace aún más atrayente esta arriesgada empresa, y obliga a los mercaderes a usar compinches para garantizar
sus mercancías, sobornar a los prácticos del puerto y contratar dudosos seguros; ¡los menos escrupulosos incluso se atreven a reclutar piratas!